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Bloqueos de tipo cognoscitivo

Los bloqueos que afectan más específicamente nuestro funcionamiento cognoscitivo son probablemente más fácilmente detectables y su tratamiento más sencillo que el de los bloqueos de origen afectivo en los que zonas más profundas de nuestra personalidad se ven implicadas. Es necesario echar una mirada a sus distintas variedades, tratar de reconocer los que frecuentemente nos afectan con más intensidad y procurar tener bien presente su posible amenaza en las tareas que realizamos a fin de estar bien prevenidos y poner remedio en el momento oportuno. Con ello seremos capaces de crear nuevos senderos en nuestra mente que, al reemplazar los viejos surcos, posiblemente defectuosos, nos ayudarán a realizar más eficazmente nuestro trabajo intelectual.

Nuestra tarea cognoscitiva tiene muy preponderantemente el matiz de resolución de problemas. Excepto en la pura actividad contemplativa de la realidad, que por otra parte también posee una enorme eficacia para nuestra preparación a fin de transformarla, ejercemos nuestra actividad cognoscitiva para hacer algo con esta misma realidad. Esto se puede entender en sentido amplio como una tarea de resolución de problemas. Tenemos delante un problema cuando desde la situación en que estamos queremos llegar a otra, que conocemos con más o menos claridad, pero desconocemos el camino. En este sentido amplio cualquier tarea cognoscitiva tiene una componente de resolución de problemas.

Los bloqueos que aquí consideramos se refieren a dos fases distintas de nuestro tratamiento del problema: la percepción del problema y el ataque al problema.

Dificultades en la percepción del problema

La primera dificultad importante consiste en no percibir el problema. Se entenderá bien lo que quiero decir con un ejemplo, y creo que tras él estaremos de acuerdo en que esta situación es mucho más frecuente de lo que pudiera parecer.

En un pasillo de mi casa era muy frecuente que alguno de la familia tropezase con una silla que allí se encontraba. Era totalmente infrecuente que alguien que pasara por allí por primera vez no tropezase con la silla. Tal como lo cuento parece claro que allí había un problema: la silla estaba mal colocada, el pasillo mal iluminado o ambas cosas sucedían a la vez. Pero cualquiera convendrá conmigo en que no es extraño que sucediera lo que suele suceder en casos como éste: que pasaron varios años antes de que tuviera lugar una reestructuración de los muebles y la silla saliera de aquel sitio.

Muy frecuentemente tenemos una sensación difusa de malestar alrededor de cierta situación y como no nos paramos a analizar qué es lo que la está produciendo continuamos con ella a pesar de lo fácil que podría ser ponerle remedio. En una autopista recién estrenada comienzan a ocurrir accidentes en un punto determinado. Parece claro tener que empezar a pensar que está mal trazada, o mal señalizada, o las incorporaciones mal planeadas... y a tratar de corregir las deficiencias. Pero es muy común echarse las manos a la cabeza sobre la velocidad con que la gente conduce y colocar unos cuantos agentes en tal punto para... seguir observando cómo se estrella el personal.

En nuestra vida intelectual nos encontramos a menudo con cierta sensación confusa de ineficacia, de obstáculo, de malestar en torno a alguna de nuestras tareas, especialmente las más rutinarias. Nos damos cuenta vagamente de que hay un problema, nos encontramos a disgusto y ni siquiera sabemos lo que nos pasa. Si nos lo preguntamos expresamente podríamos decir incluso que no nos pasa nada porque ni para nosotros mismos lo sabríamos expresar.

Tal vez reflexionando bien a fondo, con una persona enfrente, lográramos descubrir algunos elementos de nuestra situación que son causa de nuestra molestia.

¿Cómo tratar de detectar el problema? Nuestra vertiente anímica funciona como nuestro cuerpo. El cuerpo manifiesta a veces molestias, dolores vagos apenas perceptibles, indicios de males ocultos. El espíritu experimenta también sentimientos vagos, indiferenciados, diseminados, esparcidos, que a veces proyectamos en zonas que no tienen nada que ver con su origen real. Como los dolores reflejos que a veces aparecen allí donde no hay mal alguno. Estamos de mal humor y nos imaginamos que es por algo que no tiene nada que ver con la verdadera causa. A ratos las prisas de nuestro ambiente nos impiden pararnos y mirar con paz en nuestro interior.

Es necesario ejercitarse en la detección de las causas de tales molestias, pues muchas veces son tan fácilmente corregibles como cambiar una silla de sitio. Para ello viene bien:

Hacernos conscientes de nuestros obstáculos difusos y, a ser posible, cristalizarlos describiéndolos con palabras.

Examinar de vez en cuando nuestras tareas rutinarias y decidir si no sería mejor reemplazar unas rutinas por otras tal vez más eficaces.

Examinar cómo otros se enfrentan con actividades parecidas y comparar procedimientos.
 

Incapacidad de desglosar el problema

Otras veces nuestra dificultad en la percepción del problema consiste en la incapacidad de desglosar el problema convenientemente. Nos encontramos de repente ante una tarea que nos parece ingente, inabordable, que supera todas nuestras habilidades. La vemos como una mole unitaria cuando, muy frecuentemente, si analizamos la situación con serenidad, se puede descomponer en porciones más sencillas, más cercanas a nuestras capacidades y que además son abordables separadamente, una a una.

No te dejes amilanar por la aparente magnitud del problema. Trata de descomponerlo en partes más sencillas.

Mira cuáles de ellas son las más fáciles, las más interesantes, las más urgentes.

Establece unas prioridades para ordenar tu acción. Una a una, las tareas se harán más llevaderas.
 

Bloqueos en el ataque al problema

El problema de la información que uno debe tratar de adquirir al enfrentarse con un problema es delicado, y se pueden cometer equivocaciones tanto por defecto como por exceso. Hay quien piensa que una información exhaustiva sobre lo que otros han explorado en relación con problemas semejantes es absolutamente necesaria. A veces este celo es solamente el disfraz de una pereza para poner en marcha la propia capacidad creativa. Suele ser menos costoso leer y criticar que pensar autónomamente. El resultado es que nunca acabamos por poner en marcha los propios mecanismos autónomos de exploración juzgando que aún nos falta por estudiar a fondo tal o cual obra fundamental.

Otros en cambio se lanzan inmediatamente por su cuenta sin tener la más mínima idea de lo que otros han hecho... para descubrir un mediterráneo tras otro. Como ejercicio de descubrimiento es muy fructuoso y aconsejable, pero el esfuerzo podría estar mejor empleado en otras tareas.

Conviene medir cuidadosamente el esfuerzo dedicado a la información previa. Conviene comenzar informado, pero al mismo tiempo he de poner coto a mi ansia de seguridad apoyándome en lo que otros han hecho y estar atento a mi posible tendencia a retrasar mi propia inmersión en el problema escudándome en la necesidad de una información exhaustiva previa.

Visión estereotipada

La visión estereotipada consiste en ver, ante una situación determinada, solamente lo que esperamos ver. La visión estereotipada, presente también en nuestro mecanismo mental, puede constituir y de hecho constituye a menudo un bloqueo importante en nuestro tratamiento de los problemas.

Nuestros mecanismos de percepción visual tienen la virtud de almacenar información de tal forma que, puestos delante de un estímulo parcial, nos proporcionan las imágenes sensoriales que lo complementan. Este fenómeno se puede comprobar con el siguiente experimento sencillo. Pide a otra persona que, con un papel, te oculte la mitad inferior de una línea de texto impresa. A pesar de percibir un estímulo muy fragmentario verás cómo eres capaz de suplir el resto sin dificultad.

Los experimentos alrededor de las representaciones de los "objetos imposibles" están claramente ocasionados por esta capacidad de nuestra visión. Diferentes porciones de las figuras imposibles representan objetos totalmente razonables y, vistos aisladamente, nuestro cerebro se encarga de complementar la visión según sus expectativas. Pero las expectativas razonables acerca de las diversas porciones de la figura son contradictorias y así resulta esa sensación de conflicto e imposibilidad que se origina.

Experimenta con las siguientes figuras. Las llamadas "figuras imposibles" no son sino la composición de dos figuras parciales cada una de las cuales evoca en nuestro cerebro una figura totalmente posible. Sin embargo, las dos figuras evocadas por cada una de las partes resultan ser incompatibles.

Graphics (p.3-2)

También en nuestra percepción mental se produce este fenómeno de anticipación y de complementación de estímulos. Nos formamos la imagen conceptual que estamos acostumbrados a ver ante una situación similar.

La consecuencia es que sólo vemos lo que esperamos ver y así nos incapacitamos para obtener la visión nueva, completa y cabal de la situación, que muchas veces es la clave de la resolución del problema.

Graphics (p.3-4)

Si no se espera lo inesperado no se hallará, dado lo inalcanzable y de difícil acceso que es. (Heráclito de Efeso).

Los descubrimientos llamados fortuitos, como el de los rayos X por Roentgen, o el de la penicilina, por Fleming, no son realizados simplemente por personas con suerte, sino por quienes permanecen con la mente abierta a lo inesperado. ¡Cuántos fenómenos semejantes, simplemente interpretados como accidentes o desviaciones sin importancia, no se habrán producido en el entorno de quienes sólo vemos lo que esperamos ver!

Es necesario permanecer abierto a lo extraño, a las desviaciones aparentemente inmotivadas de lo que se espera. En muchas ocasiones son las que pueden conducirnos a visiones nuevas de la realidad.
 

Tendencia al juicio crítico

Otro de los posibles defectos en nuestro posicionamiento frente a un problema consiste en dejarnos llevar por nuestra facilidad para el juicio crítico. Hay muchos más críticos de arte que verdaderos artistas. También con respecto a la actividad intelectual nos resulta mucho más fácil percibir, al menos de un modo difuso, los defectos específicos de cualquier tentativa de solución a un problema que el proponer una mejor.

No es mal ejercicio el de la crítica bien realizada. Se trata no tan sólo de constatar que "me gusta" o "no me gusta", "me parece vagamente que vale" o "que no vale", sino de expresar con exactitud cuáles son los rasgos específicos por los que la solución propuesta por mí o por otros es buena o mala.
 


LA GRAN AFICIÓN DE RAMÓN

Ramón es un verdadero catador de personas humanas. Dale los nombres de tres conocidos comunes a él y a ti y en menos de cinco minutos te habrá diseccionado a cada uno de ellos con sus respectivos trabajos más recientes y te los habrá clasificado linealmente según el orden de sus méritos hasta el momento. Esta es su gran afición en la que se encuentra como pez en el agua. Probablemente en su cabeza se podría hallar el ranking completo y detallado de los mil mejores expertos en vuestro campo común de especialidad. Una maravilla sin precio para nuestro sistema de oposiciones, concursos, concesiones de becas y demás zarandajas a las que somos tan aficionados.
Pero esta afición de Ramón le ocasiona ciertos problemas. Su mente está tan ocupadísima con la evaluación cuidadosa de los méritos del prójimo que apenas le vale para ninguna otra cosa. Por otra parte, cuando se pone él mismo en situación de trabajar activamente en su campo, su cerebro no puede dejar de andar evaluando su producción al mismo tiempo, de modo que está más ocupado en determinar el lugar exacto que ésta tendrá en la "escala Ramón" que en el propio contenido de su tarea. Además, como no puede menos de airear constantemente sus opiniones, resulta que el pobre Ramón se hace más antipático que un dolor de muelas. No hay quien pueda soportarlo. Tal vez algún otro con la misma afición clasificadora..., mientras no se enzarza con él en el resultado de sus calificaciones.

Una actitud más contemplativa y menos crítica le vendría bien a Ramón. Su capacidad creativa saldría ganando. Y es seguro que él y todos a su alrededor nos sentiríamos mucho más a gusto sin el temor de que Ramón nos ponga una mala nota. ¿Qué es lo que Ramón podría hacer? Ante todo hacerse consciente de las desventajas de su actitud hipercrítica. Luego, tomar la decisión seria de cambiarla. Permanecer atento a su manía y modificar activamente su rumbo cada vez que se pesque cayendo en ella. No será nada fácil, pero tal vez al ir observando los beneficios que el cambio hacia una actitud más positiva le reporta, los nuevos surcos se irán ahondando y desplazarán a los antiguos.



 
Muy frecuentemente nuestra tendencia a la crítica es profundamente influyente para cegar en nosotros mismos y en otros las fuentes caudalosas de ideas novedosas que pueden fluir cuando existe una actitud que relega y aplaza el juicio crítico para su momento oportuno y que sin embargo no se producen cuando nuestro sentido crítico exacerbado está constantemente al acecho para cercenar en su mismo nacimiento cualquier germen de idea original, tildándola de "fantasiosa, ridícula, loca, disparatada, ingenua, manifiestamente inútil ... ", o cualquier otro de los adjetivos que nos sirven para este propósito.

Es muy necesario que no te dejes llevar por el exceso de espíritu crítico, especialmente en esa etapa inicial de acercamiento al problema con el deseo de obtener formas originales de proceder con él. Aplaza el juicio y tus mecanismos intelectuales globales, los subconscientes incluídos, estarán más abiertos para prestarte su importante contribución.

Rigidez mental

La rigidez en la utilización de diversos procesos de pensamiento constituye un tipo importante de bloqueo que nos puede afectar muy intensamente. La variedad de puntos de vista, lenguajes, herramientas, con que un mismo problema puede razonablemente abordarse es inmensa. Y sin embargo, dependiendo de nuestros propios surcos mentales, cada uno de nosotros tiende a colocarse ante él preponderantemente de una forma particular, mirándolo bajo su punto de vista preferido, con un lenguaje que es el que piensa que maneja mejor, con sus herramientas favoritas. Y muy a menudo sin tener en cuenta que cuando se trata de resolver un verdadero problema, lo importante es el problema mismo y que tal vez ciertas herramientas a mi disposición, aun siendo menos usuales para mí, podrán resolverlo mucho más fácilmente.

A veces procesos analógicos sirven para resolver un problema mucho más eficazmente que procesos analíticos. El problema de la miel y la mosca es un buen ejemplo para poner esto de manifiesto. En un punto de la pared interior de un vaso cilíndrico hay una gota de miel. En un punto del exterior del vaso se ha posado una mosca. Ésta quiere llegar lo más rápidamente posible a la miel, andando primero por la pared exterior, pasando por el borde del vaso hacia la pared interior y andando después por la pared interior hacia la miel. ¿Cuál es la trayectoria más corta posible? En términos matemáticos se trata de un problema bastante serio. Pero si decidimos proceder con sentido práctico, podemos hacernos una copia del vaso con una cuartilla de papel suficientemente transparente. Señalamos a continuación en la cuartilla los puntos en los que se encuentran la mosca y la miel. Desenrollamos la cuartilla y resolvemos el problema sobre ella: cómo llegar lo más rápidamente posible de un punto a otro de la cuartilla pasando por el borde. Un problema sencillo de reflexión. Volvemos a enrollar la cuartilla sobre el vaso y tenemos señalado en ella el camino más corto que buscábamos.

Otro ejemplo interesante en que este tipo de pensamiento resulta mucho más eficaz es el «Problema de Josephus» que tendremos ocasión de ver más adelante. Monge, en el siglo XIX, introdujo métodos gráficos donde los métodos analíticos resultaban extraordinariamente pesados y lentos. Con ello inventó la geometría descriptiva, que hasta tiempos muy recientes en que el diseño asistido por ordenador la ha superado ampliamente, ha sido una de las herramientas cotidianas de la ingeniería, arquitectura y otras técnicas.

En ocasiones el lenguaje matemático es el adecuado, pero también resulta a veces que consideraciones mucho más simples del sentido común resuelven el problema sin esfuerzo, como veremos en el problema «El monje en la montaña» más adelante.

La clara lección que resulta de tales consideraciones es la siguiente:

En la búsqueda de vías y métodos de tratamiento de un problema, el problema mismo debe ser el que mande, no las formas de proceder que a ti te resultan más familiares. Concede a otras formas de pensar, a otras herramientas menos usuales, a otros lenguajes distintos,la oportunidad de demostrar su eficacia en cada caso.

Una característica general de la actividad mental a la que estamos acostumbrados en nuestra cultura occidental nos coloca en franca desventaja en ciertas ocasiones. Consiste en la acusada tendencia a conceder una primacía absoluta a los procesos y esquemas lógicos sobre los intuitivos.

La lógica es una buena estructura mental para colocar adecuadamente nuestras ideas una encima de otra, pero resulta de una pobreza bastante patente para el descubrimiento de nuevos universos mentales.

La intuición no se debe concebir como una especie de regalo arbitrario de las musas. La intuición se puede cultivar activamente. En primer lugar dejando a un lado la convicción existente en muchos de nosotros de que el éxito ante un problema mental está garantizado mediante la pura información y la mera elaboración férrea de los datos. Y en segundo lugar tratando activamente de oír los mecanismos mentales no conscientes que todos poseemos y que se ponen en marcha con el intenso deseo de resolver un problema. Para ello se deben establecer pausas de atención a los posibles resultados de la elaboración inconsciente, como más adelante tendremos ocasión de practicar, al tratar de la incubación como proceso favorecedor de los procesos mentales subconscientes.

No te dejes llevar por la tendencia a utilizar la herramienta intelectual que tú manejas mejor. Atiende más bien al problema mismo y ante él pregúntate a qué tipo de herramienta intelectual cederá más eficazmente.

Procura utilizar todos los mecanismos cognoscitivos ante un problema que se te resiste, los conscientes, los subconscientes, los sensoriales,...

Desconfía de las tendencias que tu propia especialización te sugiera.