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Apoyos sistemáticos de desbloqueo

En nuestra toma de postura activa frente a los posibles bloqueos que amenazan nuestra actividad mental debemos tener en cuenta algunos hábitos que podemos tratar de adquirir, así como ciertos procedimientos que han ido proponiéndose por parte de los que se han ocupado especialmente en el fomento de la creatividad en diversos ámbitos. La utilización de tales técnicas puede resultar en muchas ocasiones altamente efectiva. Existen obras especializadas que explican en detalle las sugerencias que aquí vamos a examinar muy brevemente. Conviene experimentar diversos tipos de aproximación y haber percibido los rasgos de ellas que más pueden ayudar en determinada ocasión.

La pregunta como actitud

La pregunta, instigada por una auténtica curiosidad, es el motor del conocimiento. El niño pequeño pregunta constantemente. El mundo que estrena le ofrece miles de cuestiones interesantes en las que ensayar su actividad mental. Si el hombre se mantuviese preguntando al mismo ritmo y con la misma intensa curiosidad que hace que el niño asimile tan hondamente los conocimientos iniciales llegaría sin duda a profundidades insospechadas. Algunos lo consiguen en un grado bien satisfactorio. Una de las certeras máximas de Einstein era: "Lo importante es seguir preguntando siempre".

En general, al cabo de algún tiempo nos cansamos de preguntar. A veces porque no recibimos respuesta, otras veces porque percibimos que tanta pregunta empieza a molestar, es incordiante. En la escuela nos dicen que no nos salgamos del orden de conocimientos establecido..., "ya lo verás más adelante".

Cuando vamos creciendo nos avergonzamos de preguntar. Preguntar, nos parece, implica confesar nuestra ignorancia del asunto, requiere acudir con modestia a quien está más enterado que nosotros.

El que pregunta llega lejos, se entera, adquiere interactivamente el conocimiento para integrarlo así en su propia estructura mental. El que no pregunta entiende a medias, se queda en la penumbra pasivamente y la idea se le escapa como a través de un colador.

La pregunta es como el anzuelo para extraer ideas originales. Implica un cierto escepticismo, curiosidad, conciencia de un conocimiento parcial y el reconocimiento de cierta ignorancia ilustrada.
 

 



EL LIBRO DE LOS PORQUÉ

Entre los libros de mi niñez que más recuerdos evocan en mi memoria se encuentra una magnífica obra titulada El tesoro de la juventud, en 17 tomos, donde se podía aprender de todo. Entre sus secciones había una, profundamente interesante, que se titulaba «El libro de los "porqué"». La colección de preguntas que en ella se trataban, con más o menos profundidad pero siempre con seriedad, era impresionante. He aquí una pequeña muestra:

¿Qué sucedería si en un momento dado se suprimiera la gravedad de la Tierra?
¿Cómo puede arder sin aire el fuego del centro de la Tierra?
¿Por qué se colorea el cielo a la puesta del Sol?
¿Por qué el ruido rompe las ventanas?
¿Por qué oímos mucho mejor en el mar que en la tierra?
¿Por qué palidecemos cuando sentimos miedo?
¿Es mayor nuestra estatura por la mañana que por la noche?
¿Qué es lo que nos hace estornudar?
¿Podremos pensar sin palabras?
¿Es posible aprender a pensar?
¿Por qué sólo podemos pensar en una sola cosa a la vez?
¿Por qué soñamos?
¿En qué consiste que algunas veces nos figuramos haber visto una cosa siendo así que la vemos por primera vez?

Muchos años han pasado desde entonces y muchas cosas he tenido ocasión de estudiar. Y con todo, la atracción misteriosa de preguntas como éstas sigue despertando mi curiosidad. 


El esfuerzo consciente por preguntarse y preguntar genera esta actitud inquisitiva, que es la base de todo progreso en el conocimiento.
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La pregunta es como el anzuelo para pescar en el mar de las ideas.

Listas de ideas

Una de las grandes dificultades iniciales ante un problema consiste frecuentemente en su percepción difusa, como en penumbra. La elaboración de una lista de breves ideas en torno a él nos obliga a llegar a definirlo más claramente y a hacer una útil revisión de los elementos concretos que nos pueden conducir a su solución,

Podemos hacer una lista de las características concretas del problema, de las
dificultades que ocasiona, de los posibles remedios. Se trata de dibujar un retrato robot de las posibles soluciones a fin de que las podamos reconocer como tales, si es que van apareciendo ante nosotros.

Por otra parte, el confiar a una lista los datos de nuestro pensamiento en torno al problema puede liberarnos al tiempo de la tendencia obsesiva que a veces nos atenaza y que nos lleva a comenzar desde el principio cada vez que nos enfrascamos de nuevo en él.

El método del listado de atributos en la fase de producción de ideas útiles para la solución de un problema es frecuentemente un poderoso auxiliar. Consiste en reseñar explícitamente las diferentes características de los elementos del problema a fin de utilizar en una fase posterior de resolución aquellos que nos resulten de ayuda. Es lo que todos hacemos de forma natural y razonable cuando tratamos de realizar por nuestra cuenta una reparación de poca importancia en nuestro coche o en alguno de los electrodomésticos sencillos de nuestra casa. Contemplamos primero la situación con detenimiento y pensamos bien las herramientas que posiblemente vamos a necesitar para nuestra tarea. De nuestra colección de herramientas escogemos de ellas las que tenemos y nos preocupamos de pedir al vecino las que no tenernos. Con ellas y con una buena dosis de optimismo nos acercamos entonces a nuestro problema.

De modo semejante, si se nos presenta un problema de cualquier tipo, podemos pasar revista primero a los conocimientos de que disponemos que puedan resultar pertinentes a la situación en que nos encontramos. Teniéndolos presentes de algún modo más o menos explícito podemos tener más confianza en ser capaces de resolver nuestro problema.

Situados, por ejemplo, ante un problema referente a las mediatrices de un triángulo, podemos traer a la memoria la colección, más o menos numerosa, de hechos conocidos referentes a ellas. Estos conocimientos, bien estructurados, nos proporcionarán pistas importantes para acercarnos al problema en cuestión.

En realidad esta es la manera en la que el experto, de modo automático, sin necesidad de hacerlo consciente, trabaja su problema. Cada elemento del problema surge en su mente acompañado, al menos de modo implícito, de una constelación de ideas, propiedades, potencialidades, que lo relacionan con otros muchos elementos. La estructuración de su conocimiento es muy rica y así, una vez que todos los elementos del problema, cada uno con su constelación correspondiente, se han actualizado en su mente, la solución aparece con frecuencia de forma inmediata al enlazar los datos en búsqueda de la solución.

El listado explícito es una ayuda para el que se inicia y aún no dispone de los hábitos del experto. De la estructuración adecuada del conocimiento trataremos con más profundidad en la cuarta parte de esta obra.
 

Brainstorming

En 1953, Alex Osborn publicó un libro, Applíed Imagination, en el que introducía los principios de la técnica del brainstorming, término de difícil traducción (torbellino de ideas es tal vez una buena opción). La técnica obtuvo inmediatamente una magnífica acogida en el mundo empresarial norteamericano. El brain storming tiene por finalidad ayudar a un grupo de personas que se enfrentan colectivamente con un problema bien definido, a producir un buen número de ideas valiosas de las que después habrá que entresacar las más adecuadas.

La dificultad específica que ataca es la fuerte influencia negativa que en un grupo se ejerce, a la hora de proponer ideas, cuando simultáneamente a la aparición de éstas, el grupo se permite ir juzgando su valor. La posibilidad de un juicio negativo inmediato sobre una idea que surge en la mente de uno de los componentes del grupo es causa evidente de una fuerte inhibición a presentarla sin estar muy seguro de su valor. Con ello, ideas novedosas, válidas, incipiente pero perfectibles, no hacen su aparición por el temor de que sean rechazadas. Para contrarrestar este temor y estimular la producción de ideas, Osborn propone que el grupo actúe según las cuatro reglas siguientes, bajo la orientación de un moderador que vigile su estricto cumplimiento:
 

1. Aplazamiento de juicio
Las ideas no se evalúan de momento. No se permite en esta etapa ningún juicio de valor sobre ellas. Se prohibe toda clase de frases asesinas tales como:
"Suena bien, pero no creo que funcione ... ".
"En teoría va bien, pero ¿se puede poner en práctica?"
"Nunca nadie lo ha hecho así".
"No nos lo van a aceptar".
 
2. Espontaneidad de ideas
El moderador debe estimular a que se propongan toda clase de ideas, incluso las que puedan parecer más descabelladas. Entre ellas, con o sin modificaciones, pueden estar las mejores soluciones al problema.
 
3. Cantidad conduce a calidad
Se pretende producir un buen número de ideas. Donde hay muchas es más probable que existan algunas verdaderamente válidas. Más adelante ya habrá ocasión de hacer la criba.
 
4. Perfeccionamiento de las ideas que surgen
Las ideas no son propiedad particular de nadie, son del grupo. El moderador debe estimular el perfeccionamiento de las ideas que van surgiendo. A menudo sucede que una idea aparentemente loca que surgió, una vez perfilada y complementada convenientemente, es la que resultará más conveniente.


El método del brainstorming consigue, bien empleado, desarrollar un espíritu de cooperación, un contagio de entusiasmo en el grupo que rompe las posibles inhibiciones de sus componentes, estimulando a todos a participar en la resolución del problema con la confianza que proporciona la aceptación inicial sin críticas de las ideas propuestas.

Las cuatro reglas del brainstorming, con la interpretación adecuada, son también válidas para el proceso individual de producción de ideas ante un problema. También individualmente y en solitario tenemos la tendencia a reprimir el flujo espontáneo de nuestras ideas si dejamos actuar demasiado rápidamente nuestro juicio crítico. Para evitarla podemos, durante esta fase del proceso, tratar de actuar de acuerdo con las normas propuestas en el brainstorming.

Otras técnicas

Tras la introducción y utilización por muchos años del brainstorming se fueron poniendo de manifiesto posibilidades diversas de perfeccionamiento del método, tratando de complementarlo con la consideración de diversos aspectos que tal vez no se tenían en cuenta explícitamente en él.

La sinéctica, de Gordon, pretende ir más allá que el brainstorming, favoreciendo la producción de ensayos de solución mediante la desinhibición de zonas más profundas de nuestro mecanismo cognoscitivo, involucrando la asociación espontánea de ideas y percepciones menos conscientes, la analogía, la fantasía y la ensoñación.

Existen multitud de variantes en las que, posiblemente, se puede uno inspirar para adoptar el procedimiento que mejor le va. Para la descripción de sus características pueden consultarse las obras reseñadas en la bibliografía.

Los métodos indicados tienen por finalidad principal ayudar en los aspectos cognoscitivos de la actividad creadora. Una obra muy interesante en que se tratan a fondo aspectos más directamente relacionados con la vertiente afectiva del pensamiento, los posibles bloqueos derivados de zonas más profundas de la personalidad, las incapacidades que provienen de ciertas configuraciones de la estructura de la persona, etc., es la de Lucien Auger, Ayudarse a sí mismo. Una psicoterapia mediante la razón (Sal Terrae, Santander, 1987). Su lectura completa me parece muy recomendable. Si bien el autor tiene una finalidad bastante diferente de la que aquí nos proponemos, hay unos cuantos capítulos cuya lectura y puesta en práctica puede contribuir muy eficazmente para el tratamiento de muchos de los bloqueos de origen afectivo que hemos descrito anteriormente. En esquema, este es el proceso que el autor propone a fin de enderezar muchas situaciones psicológicamente bien complicadas.
 

1. Se produce en mi vida un acontecimiento con ocasión del cual me siento turbado emotivamente.

2. Observo qué ideas bullen en mi espíritu en los momentos del acontecimiento, qué percepción tengo de él, qué juicio me merece, qué frases interiores me repito a propósito de él.

3. Comparo esas ideas, esas percepciones, esos juicios, esas frases interiores con la realidad, con la manera de ser, de hecho, de la situación.

4. Si constato que mis ideas son realistas, concluiré que mi turbación es fundada, y no me quedará sino intentar cambiar el acontecimiento que es ocasión de mí turbación o, si eso no es posible, aguantarlo lo más pacientemente que pueda, evitando aumentarlo o deformarlo.

5. Pero si constato que mis ideas no corresponden exactamente con la realidad, me toca cambiarlas y reemplazarlas por otras que sean rigurosamente realistas. La parte de mi turbación debida a la presencia en mi espíritu de aquellas ideas no realistas debería entonces desaparecer, muchas veces casi instantáneamente. En otras ocasiones, sobre todo si se tratara de ideas no realistas fuertemente arraigadas en mí, tendré que luchar más prolongadamente y de forma repetida. Habrá ideas, que quizá mantengo desde hace años, que no cederán fácilmente...