La figura de Pitágoras nos aparece coloreada y fuertemente fabulada por la pluma de sus hagiógrafos tardíos Diógenes Laercio y Porfirio, del siglo III d. de C., y Iámblico, del siglo IV. Pero ya incluso en el siglo V a. de C. Herodoto mismo presenta un Pitágoras mítico confundido con una figura tan fabulosa como Zalmoxis, medio héroe, medio dios. Y también la figura que Aristóteles dibuja de Pitágoras en los fragmentos que se conservan aparece entre las brumas de la leyenda. Es lástima que la obra que Aristóteles dedicó a los pitagóricos, bajo este título, oi Pythagoricoi, no haya llegado hasta nosotros, pues sin duda con ella tendríamos una visión mucho más cabal del pitagorismo primitivo, aunque probablemente no mucho mejor sobre Pitágoras mismo.
Lo que sobre la vida de Pitágoras se sabe con relativa seguridad es lo siguiente. Nació en la isla de Samos, junto a Mileto, en la primera mitad del siglo VI. Fue hijo de Menesarco, tal vez un rico comerciante de Samos. Probablemente viajó a Egipto, Fenicia y Babilonia. Volvió a Samos durante la dictadura de Policrates (538-522). Hacia 529 viajó al sur de Italia y fundó en Crotona la fraternidad pitagórica. Murió muy anciano en Metaponto.
Se discute sobre los siguientes datos de su vida. Año de su nacimiento (600? Eratóstenes, 570? Aristoxeno). Cronología exacta de sus viajes. Qué sucedió con él cuando los ciudadanos de Crotona expulsaron a los pitagóricos en 509. Si murió violentamente o no en Metaponto.
Se pueden distinguir tres etapas en su vida: la primera en el mundo griego, la segunda de viajes a Babilonia y Egipto y la tercera en lo que más tarde se llamó la Magna Grecia (Sur de Italia), con un intermedio en Samos entre la segunda y la tercera etapas.
Poco se sabe de las dos primeras. Iámblico cuenta que Pitágoras visitó a Tales en Mileto, lo que cronológicamente es acorde y geográficamente muy posible por la proximidad entre Samos y Mileto. También allí pudo conocer al filósofo Anaximandro personalmente. Como su maestro se cita sobre todo a Ferekides de Siros (Aristóteles, Aristoxeno, Dicaiarcos) a quien Aristóteles caracteriza como teólogo y taumaturgo.
Sobre los viajes a Oriente de Pitágoras existen muchas leyendas que sus biógrafos posteriores narran en detalle. Pero el hecho de sus estancias en Egipto y Babilonia aparece ya atestiguado en escritores mucho más antiguos como Isocrates (IV.a. de C), Herodoto (V a. de C.) y Aristoxeno (IV a. de C). Por otra parte el parentesco de muchas de las ideas pitagóricas primitivas, tanto matemáticas y astronómicas como religiosas, delatan claramente el fuerte influjo oriental y egipcio y se puede pensar con confianza que pertenecen al acervo de enseñanzas iniciales de Pitágoras mismo.
Según algunas tradiciones, al volver Pitágoras a Samos se le pidió que enseñase sus ideas a sus propios conciudadanos. Al parecer les resultó demasiado abstracto y su enseñanza tuvo poco éxito. Esto, junto con la opresión del tirano Policrates, le debió de conducir a tomar la decisión de emigrar.
En 529 Pitágoras se trasladó
a la polis (ciudad-estado) de Crotona, fundación aquea del siglo
VIII a. de C., en la parte sur del golfo de Tarento. Las colonias griegas
del sur de Italia gozaban entonces de una gran prosperidad, sobresaliendo
entre ellas Síbaris, famosa en el mundo griego por sus riquezas
y su vida lujosa. Crotona era su principal rival y vecina. Allí
llegó Pitágoras con un sistema de pensamiento más
o menos perfilado después de su larga experiencia por Oriente y
Egipto. La ciudad le pidió que expusiera sus ideas y, según
la tradición, Pitágoras dirigió por separado cuatro
grandes discursos a los jóvenes, al Senado a las mujeres y a los
niños. El contenido de estos cuatro discursos tal como ha sido transmitido
por diversos conductos, está lleno de reconmendaciones morales de
gran perfección, derivadas fundamentalmente de la necesidad de ajustar
la conducta humana a los cánones de armonía y justeza que
se derivan de la naturaleza misma de las cosas e ilustradas con elementos
específicos de la mitología de los habitantes de Crotona.
Como consecuencia de este primer contacto surgió, al parecer, no
sólo en Crotona, sino en toda Italia un gran entusiasmo por Pitágoras.
Durante algún
tiempo, muchos historiadores recientes han considerado a los biógrafos
posteriores de Pitágoras como poco más que novelistas que
pretendían exclusivamente proponer una imagen edificante del santo
patrón del pitagorismo de su tiempo, tanto en su actividad como
en su enseñanza religiosa y científica. Hoy existe una cierta
tendencia, representada sobre todo por la obra reciente de van der Waerden
Die
Pythagoreer (1979), que me sirve de pauta principal en mi exposición,
a concederles una mayor verosimilitud, teniendo en cuenta que ellos, muy
probablemente, pudieron disponer de documentos antiguos, hoy perdidos,
testimonios de tradiciones mucho más cercanas a los orígenes
del movimiento pitagórico.