Caos y estabilidad en el Sistema Solar
     El estudio de las ecuaciones del movimiento predice también que el movimiento del Cometa Halley es caótico y, por tanto, practicamente impredecible después de 29 revoluciones. En realidad, y desde el punto de vista de la vida en el Sistema Solar, la existencia de soluciones caóticas es relevante solo si se traduce en variaciones significativas de las órbitas en tiempos inferiores a la vida del Sol. De hecho, aunque el Sistema Solar no es estable, puede ser considerado como marginalmente estable puesto que grandes inestablidades como las asociadas a colisiones o escapes pueden ocurrir solo sobre escalas temporales comparables a su edad (5.000 millones de años). Las órbitas más inestables son las de Mercurio y Marte mientras que las de Venus y la Tierra están prácticamente confinadas a pequeñas variaciones de las órbitas actuales y pueden ser consideradas por tanto estables durante la vida del Sistema Solar. 

     Un peligro mayor para la vida en la Tierra es la colisión con objetos menores como los asteroides y los cometas. La Tierra sufre continuamente impactos de pequeños objetos de manera, que se calcula que diariamente se acumulan sobre nuestro planeta unas 100 toneladas de material que llegan a una velocidad de entre 11 y 73 kilómetros por segundo. La mayoría de estos objetos quedan destruídos al entrar en contacto con la atmósfera pero hay precedentes históricos de algunos casos en los que no ha ocurrido así como el objeto que explotó en Tunguska (Siberia) el 30 de junio de 1908, el meteorito que generó hace 49.000 años el Meteor Crater al norte de Arizona o el que causó la extinción de los dinosaurios. Estados Unidos mantiene programas de vigilancia espacial ("Space Watch") para detectar asteroides cercanos a la Tierra con la mayor antelación posible. En la actualidad, sólo se conocen en detalle unos 100 de los 1.700 a 3.500 asteroides que podrían provocar una destrucción global y que interceptan en su trayectoria la órbita terrestre. En 1996, una resolución del Parlamento Europeo reconocía que el impacto de asteroides y cometas es un peligro potencial para la humanidad y proponía The Spaceguard Fundation (Roma) como el órgano adecuado para coordinar los esfuerzos destinados a acrecentar los descubrimientos de estos objetos.